Gabutti estuvo de fin de semana motero en El Trébol y la emoción que predominó fue la alegría: de conocer tantos personajes con buena voluntad y disposición, de hacer tantos amigos, de encontrar más gente que busca una alternativa a la vida establecida... en resumen, de convivir con quienes viven para montar y montan para vivir, sin importar edades ni cilindradas.
Pero antes que el pasado, el presente y el futuro.
Pero antes que el pasado, el presente y el futuro.
La presente novedad es un nuevo lugar de encuentro, en este caso virtual: Gabutti entró al planeta Facebook (¡hacete fan!); y el futuro sábado 7 de marzo festejaremos nuestros 2 años de be-vida (y los treintaipico del Padre de la Criatura) auspiciando la inauguración de un mural efímero (se renuevan cada algunos meses) de la artista Fernanda Laguna en Mercado de Diseño, Córdoba 2073, con el colorido de la Barra, lectoras del futuro, degustación de Gabutti (siempre están los que todavía no lo conocen) y las ganas de pasar otra buena noche (tarde-noche: arranca a las 19 hs.). Como estímulo final, y combatiendo a la crisis, la entrada es gratuita.
Crónica motera
El viernes (filtrado, envasado y etiquetado previo), cargamos la Barra en el auto (con el portatutto es más cómodo y Vicky Conducción tiene mayor visibilidad) y la llevamos a conocer la ruta. Sin extraviar el camino a pesar de la escasez de carteles (y a los desconocidos nombres inscriptos en aquellos que había) llegamos al amplio y hermoso Polideportivo A.M.P.I.L., a la vera de la ruta 13, con la expectativa propia del primerizo y la confianza de estar bien acompañados. Luego de saludar a los riders de la Agrupación Escabios, plantamos bandera y Barra bajo un árbol al lado del escenario, escondimos el auto (cuatro ruedas quedaba desubicado) y empezamos la jornada: la espléndida tarde dio paso al esperado atardecer y al inicio del rock and roll en vivo (desde los cds estuvimos meta Pappo y algo de Iorio), pero las bandas no eran el único espectáculo, junto al sonido de los caballos de metal se alzó la voz y la presencia del Dipi, Vampiro del Camino y locutor estrella, que puso huevo, corazón y espíritu (a la gola ya la nombré) para encender aún más la fiesta. La Torda, Caraduras, Cobra y Fuera de Punto demostraron que no estaban allí sólo por ser de la localidad y transpiraron rocanrrol, cada una en su estilo, desde el sonido grunge hasta el clásico heavy metal, haciendo saltar a la audiencia poguera y haciéndonos recordar al Titán de la Canción. Ya a la noche, posterior retorno de la caravana al corso (tenían represantante y presencia comprometida), cerraron el show en el proscenio techado (aunque seguía el calor) las chicas del estriptís, aunque la fidelidad a la Barra nos impidió (me impidió, no hubo estripteros varones) pegarnos el regocijo ocular. Cuando la ya escasa concurrencia, el cansancio y los Gabuttis nos llevaron a la carpa, fuimos con la panza llena y el corazón contento.
No eran aún las 10 de la mañana cuando conectaron el sonido, y detrás de la Ruta 66 napolitana reapareció el Dipi para darnos los buenos días y meterle fuerza al encuentro, que aquí no se vino a dormir sino a disfrutar. Después de unos buenos mates amargos (no sólo de Gabutti vive el hombre, ni la mujer), y ya cercano el mediodía, rumbeamos hacia la Barra para descubrir con cierto asombro (ya aclaré que era nuestra primera vez) y mucha felicidad el crecimiento y éxito del Motoencuentro, ya que la multiplicación de las motos fue casi bíblica, alcanzando para la tarde el medio millar de vehículos, y no sólo sorprendía el número, también la variedad: potentes pisteras de voz aguda, impactantes chopperas de cuello largo (a la cerveza la vendían en botella), personales customs que identifican a sus dueños más que el DNI, esforzadas motos de baja cilindrada y mucho aguante, exóticas (para nosotros) motocicletas de 3 ruedas, algunas venerables clásicas, y, por supuesto, todo tipo de motos de fábrica.
Después del asado (¡una ternura!) se armó el ruido: la música sonando, el Dipi arengando, los motores rugiendo y Gabutti circulando. No sólo pudimos oír la voz de las máquinas y ver el humo de sus ruedas, tuvimos el privilegio de observar la primera Margarita de El Trébol, seguida por las cinchadas, la carrera a ver quien llega último (prohibido apoyar el pie) y las pulseadas, competencias (y conductor) coronadas por el refrescante sabor de Gabutti, ¡eso es un Primer Premio!.
Así pasamos el día, y luego, aún bajo los postreros rayos del implacable febo, continuó el recital rockero (con mayor afluencia de rock nacional y temas propios): Herejías, Coda Argento, Descarrilados, Viuda Negra y Derecho de Piso hicieron tronar los parlantes y sacudieron el polvo de los saltantes espectadores, entre agradecimientos de los organizadores y menciones a la moto de mayor cilindrada, al motero más viejo, al que vino desde más lejos con la moto más chica, y otras que mi memoria ya guardó (no sé donde). Escribir sobre la caravana a la ciudad y el show de estriptís sería copiar y pegar, así que sólo queda contar que nos quedamos hasta altas horas de la madrugada bebiendo y hablando con nuevos y grandes amigos. El corolario fue una apacible y tranquila noche, jalonada por ocasionales rugidos de escapes trasnochados, cual mojones indicadores del tipo de evento, que nos hacían abrir un ojo y pensar: ¡cierto que estoy acá, qué bueno!
Gracias a todos y ¡buena ruta!
Crónica motera
El viernes (filtrado, envasado y etiquetado previo), cargamos la Barra en el auto (con el portatutto es más cómodo y Vicky Conducción tiene mayor visibilidad) y la llevamos a conocer la ruta. Sin extraviar el camino a pesar de la escasez de carteles (y a los desconocidos nombres inscriptos en aquellos que había) llegamos al amplio y hermoso Polideportivo A.M.P.I.L., a la vera de la ruta 13, con la expectativa propia del primerizo y la confianza de estar bien acompañados. Luego de saludar a los riders de la Agrupación Escabios, plantamos bandera y Barra bajo un árbol al lado del escenario, escondimos el auto (cuatro ruedas quedaba desubicado) y empezamos la jornada: la espléndida tarde dio paso al esperado atardecer y al inicio del rock and roll en vivo (desde los cds estuvimos meta Pappo y algo de Iorio), pero las bandas no eran el único espectáculo, junto al sonido de los caballos de metal se alzó la voz y la presencia del Dipi, Vampiro del Camino y locutor estrella, que puso huevo, corazón y espíritu (a la gola ya la nombré) para encender aún más la fiesta. La Torda, Caraduras, Cobra y Fuera de Punto demostraron que no estaban allí sólo por ser de la localidad y transpiraron rocanrrol, cada una en su estilo, desde el sonido grunge hasta el clásico heavy metal, haciendo saltar a la audiencia poguera y haciéndonos recordar al Titán de la Canción. Ya a la noche, posterior retorno de la caravana al corso (tenían represantante y presencia comprometida), cerraron el show en el proscenio techado (aunque seguía el calor) las chicas del estriptís, aunque la fidelidad a la Barra nos impidió (me impidió, no hubo estripteros varones) pegarnos el regocijo ocular. Cuando la ya escasa concurrencia, el cansancio y los Gabuttis nos llevaron a la carpa, fuimos con la panza llena y el corazón contento.
No eran aún las 10 de la mañana cuando conectaron el sonido, y detrás de la Ruta 66 napolitana reapareció el Dipi para darnos los buenos días y meterle fuerza al encuentro, que aquí no se vino a dormir sino a disfrutar. Después de unos buenos mates amargos (no sólo de Gabutti vive el hombre, ni la mujer), y ya cercano el mediodía, rumbeamos hacia la Barra para descubrir con cierto asombro (ya aclaré que era nuestra primera vez) y mucha felicidad el crecimiento y éxito del Motoencuentro, ya que la multiplicación de las motos fue casi bíblica, alcanzando para la tarde el medio millar de vehículos, y no sólo sorprendía el número, también la variedad: potentes pisteras de voz aguda, impactantes chopperas de cuello largo (a la cerveza la vendían en botella), personales customs que identifican a sus dueños más que el DNI, esforzadas motos de baja cilindrada y mucho aguante, exóticas (para nosotros) motocicletas de 3 ruedas, algunas venerables clásicas, y, por supuesto, todo tipo de motos de fábrica.
Después del asado (¡una ternura!) se armó el ruido: la música sonando, el Dipi arengando, los motores rugiendo y Gabutti circulando. No sólo pudimos oír la voz de las máquinas y ver el humo de sus ruedas, tuvimos el privilegio de observar la primera Margarita de El Trébol, seguida por las cinchadas, la carrera a ver quien llega último (prohibido apoyar el pie) y las pulseadas, competencias (y conductor) coronadas por el refrescante sabor de Gabutti, ¡eso es un Primer Premio!.
Así pasamos el día, y luego, aún bajo los postreros rayos del implacable febo, continuó el recital rockero (con mayor afluencia de rock nacional y temas propios): Herejías, Coda Argento, Descarrilados, Viuda Negra y Derecho de Piso hicieron tronar los parlantes y sacudieron el polvo de los saltantes espectadores, entre agradecimientos de los organizadores y menciones a la moto de mayor cilindrada, al motero más viejo, al que vino desde más lejos con la moto más chica, y otras que mi memoria ya guardó (no sé donde). Escribir sobre la caravana a la ciudad y el show de estriptís sería copiar y pegar, así que sólo queda contar que nos quedamos hasta altas horas de la madrugada bebiendo y hablando con nuevos y grandes amigos. El corolario fue una apacible y tranquila noche, jalonada por ocasionales rugidos de escapes trasnochados, cual mojones indicadores del tipo de evento, que nos hacían abrir un ojo y pensar: ¡cierto que estoy acá, qué bueno!
Gracias a todos y ¡buena ruta!