No sabemos si Fernet Gabutti da la vida eterna, pero que te mantiene vivo durante todo el día y toda la noche está empíricamente comprobado: no solamente salimos con buen pie del cumpleaños de Adriana y pudimos disfrutar con toda entereza de la Fiesta Apertura de El Living, sino que también nos dimos tiempo para seguir buscando ocasiones para continuar encontrándonos y seguir la diversión.
Pero como me dijeron una vez en la secundaria, la mejor forma de empezar un relato es por el principio, así que comencemos por allí...
Érase una vez una mañana de sábado atípica, con los Padres de la Criatura matinalmente despiertos y en actividad, preparándose para su debut mediodiero. El templado calor de este verotoño nos esperaba en las terrazas de los Altos de Sarmiento junto a Adriana y Pablo, y una vez recuperado el aliento post-escaleras nos pudimos entregar de lleno a los placeres de la libación y la dentellada. Después de la torta y la entonación (¡bah!, es un decir) de varios Feliz Cumpleaños, comenzó la música en vivo en el recinto inferior (en posición, no en calidad) de la mano y la tecnología de Linaje, que inundaron el lugar con capas de electrónicos sonidos y humanas voces. Luego nos encontramos con nuestra ya conocida Funky Fun Machine (-1), que sin guitarrista pero con mucho despliegue hizo saltar de sus asientos a toda la concurrencia. Luego de un descanso, como para tomar aire y Gabutti, volvieron a escucharse las palabras mágicas "¡sigue el show!", y la tropa retornó a sus posiciones. Era el turno de Mollito, que guitarra en mano nos dio un recorrido por algunas de las joyitas del rock nacional e internacional (y tal vez algún tema propio, o por lo menos que yo no conocía) combinando con buen gusto intimismo y polenta. Y entonces sí, llegó lo que todos estábamos esperando, niños, jóvenes y adultos unidos por la misma pasión, el rock & roll en su encarnación más plena, el único sobreviviente del infierno, el amado y temido Titán de la Canción, que enfundado en su ígneo disfraz le puso la cereza a la torta de este cumpleaños con su potente recital. Y entonces sí, ya pipones de tanta música, comida y Gabutti, con la satisfacción del deber cumplido, nos fuimos a entregar a los brazos de Morfeo, en un merecido y necesario descanso del guerrero.
Se fue el día y vino la noche (como suele pasar) con su promesa (prontamente cumplida) de una nueva cita en nuestro bulín mistongo del trocén, y hacia allí fuimos, munidos de nuevas fuerzas y más botellas, para festejar junto a Florencia y Juan de la presentación de las actividades y los docentes (y no porque se levanten a las 12) que dan cátedra en el lugar. Así fue que comenzaron a desfilar por el proscenio de El Living danzarines de tango, danzadoras árabes, bailaoras (y cantaoras) de flamenco y acróbatas de la danza aérea, todo bien matizado y acompañado por los musiqueros que, empuñando bandoneones y guitarras, fueron sazonando la velada con ese sabor único que sólo otorga la música en vivo. Por supuesto que esto no fue lo único de la tertulia: de entrada fuimos recibidos por la señora de la limpieza, que además de regalarnos papel higiénico (uno de los objetos más vilipendiados y necesarios del universo) nos hizo defecar de risa (vieron que importante es ese papel), y de salida tuvimos el gusto de escuchar a cantantes que con la sola amplificación de su propia gola nos demostraron como se canta el tango cuando se lo lleva en el corazón; y eso para no hablar de las empanadas criollas, de la milongueada (más criolla todavía), del encuentro con amigos y, obviamente, de Fernet Gabutti, que se conjugaron en el mismo espacio-tiempo para redondear una Fiesta como Dios manda (todos aquellos que tengan dioses que no los manden a fiestas pueden buscar otra excusa).
Pero como el tiempo no para, y la joda tampoco, nos ocupamos de indagar que se podía hacer el sábado venidero después del Parque España, y las pesquisas fueron fructíferas: después de la presentación del programa Joven y efímero en el Túnel 4 nos vamos todos a la Fiesta organizada por el La Colectiva (Grupo de Fotografía) en El Living, con una foto en una mano y un vaso en la otra.
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